Primeros indicios...


   Comienzo de curso y vuelta a la rutina... Aunque con estos niños no existe tal cosa! Voy a contar cómo empezó todo esto en nuestra casa. No había antecedentes de alta capacidad detectada en la familia y no nos lo esperábamos. Pero cierto es que Alicia es una niña que desde muy pequeña ha preguntado todo, se empezó a expresar de manera elaborada muy pronto, tiene una grandísima creatividad e imaginación y tenía algún que otro problema de socialización. Le encantaba estar con los niños que son o bien más pequeños que ella o con los mayores. Pero conforme fue creciendo pudimos apreciar que con los de su edad se aburría, siempre había problemas: nunca juegan a lo que a mí me gusta”, “todos quieren jugar a lo mismo menos yo, porque es un rollo, etc... Hasta ahí pensábamos que podía ser una niña caprichosa y negativa y que sería cuestión de ponerse más serios en su educación. 
  Cuando cumplió los 8 años y medio aproximadamente, empezó de repente y sin motivo aparente, a estar muy mimosa, a solicitarme a mí, su madre, directamente más mimos y atención palabras de la propia niña. Seguidamente desarrolló tics y empezó a presentar problemas de insomnio. Esto nos preocupó muchísimo y desde luego comprendimos que ese “algo” que le estuviera pasando había que detectarlo y pararlo de inmediato, porque ya no era una cuestión de ponerse duros con su educación. Había algo superior a ella, que no controlaba y que le estaba haciendo sufrir.

   Lo primero que hicimos fue consultarlo con su tutora que confirmó que sí que habían apreciado una extrema sensibilidad en ella y que había que decirle las cosas con delicadeza para que no le impactaran demasiadoLlama la atención que es una niña que en el colegio está contenta, sonríe, se esfuerza  y participa en todo. Que es muy expresiva y muestra interés en el aula, se presenta voluntaria... Es cierto que a final de curso se le observaron los tics pero apenas y solamente durante alguna clase. Sin embargo, es un rol que desempeña en clase para tratar de encajar. Luego cuando llega a casa está tristona y aburrida, pesimista y desanimada. Odia el cole y no quiere ir.
   Estaba claro que necesitaba ayuda y recordando la evaluación que le habían hecho a los tres años, pensamos que era el primer camino que debíamos explorar para ver qué le podía estar pasando. Un día me preguntó que por qué el cielo era de color azul. Le traté de dar una explicación de que si los gases, la atmósfera etc. y más o menos le  convenció. Pero al día siguiente volvió a preguntarme “mamá, me lo has explicado pero no el por qué es azul el color y no verde o rojo?” Estaba claro que ella necesitaba otro tipo de explicación, más completa y detallada de lo que yo había podido darle.
   Otra otra pregunta al salir del cole también nos puso alerta. Iba tristona y con la mirada baja y le estuve preguntando por cómo había sido su día, qué habían hecho… Y me dijo que habían aprendido el aparato respiratorio. Estas cosas solían apasionarle anteriormente y le dije: “¡Qué bien, cariño! Esto te gusta mucho, no? y me respondió: “no mamá, ¿para qué me sirve saber que tenemos pulmones y lo demás si no me explican cómo funcionan?” 

     Así que una relación de preguntas de este tipo y el recuerdo de esa evaluación de los tres años nos llevaron de cabeza al gabinete donde le han evaluado. Efectivamente, tras varias pruebas que le chiflaron, y sobretodo porque se perdió cole… salió que tenía unas muy altas capacidades. Nuestra hija se aburría soberanamente en el colegio y no quería ir. Celebraba cada fin de semana como si se tratase de fin de curso. Decía que todos los niños de su clase le trataban mal y que nadie quería ser su amigo. Obviamente esto lo investigamos a fondo y no era verdad. Ella no estaba viviendo la realidad y todo lo personalizaba en exceso. Cuando alguien decía que otra persona era genial, ella automáticamente deducía que como a ella no se lo habían dicho, que todos pensaban que ella era horrible. Tenía la autoestima por los suelos. 

    Gracias a Dios que se detectó pronto y pudimos ponerle solución. Comenzó a ir a una terapia semanal en la que le ayudaron a controlar ese estrés, a conocer y gestionar sus emociones y a manejar su frustración. Hicieron con ella y con nosotros varios ejercicios para tratar de ver el lado positivo de las cosas y para que saliera de esa negatividad en la que se había metido. 

    Un curso después es otra niña. Más alegre y con más herramientas puesto que se conoce más a sí misma. La idea de contar esto es que pueda ayudar a familias que se encuentran con esta historia por primera vez. Que se animen a buscar ayuda especializada, que los niños son esponjas y por muy mal y bajo que lo veas, cambian rápidamente con ayuda específica. Tenemos que tratar de sacar lo mejor de cada uno, porque tienen mucho que dar y es nuestro deber ayudarles a disfrutarlo!

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