05 mayo 2018
Esta frase se la
hemos oído mil millones de veces a nuestros hijos. Mi niña es mitad
madrileña mitad navarra por lo que cuando dice esta frase, tengo seguro que no
se trata de una exageración. A los adultos nos lo puede parecer porque a los
niños les damos relativa credibilidad… pero a mí lo que más me importa es que
ella así lo ha sentido por lo que, en el fondo, es real, esa sensación es
verdadera.
Cuando ella
piensa que algo ha salido mal, sea o no así a juicio de los adultos, para ella
sí ha salido mal. Así lo siente, como si fuera realmente verdad. Y lo que tenemos
que hacer es hablarlo con ellos. Valorar qué es lo verdaderamente importante y
a qué le estamos (están) dando un valor desproporcionado.
En el caso de mi
hija, ese día tan malísimamente malo había sido terrorífico y como me conoce,
sabía que le iba a pedir que me explicase el por qué le había ido tan mal en el
cole. Así que la conversación fue como sigue…
Recogida del
cole, nos metemos en el coche, cara triste, lánguida y larga hasta el suelo…
- Cariño, ¿qué tal
tu día? ¿qué ha pasado, tienes mala cara?
- Mamá, ha sido EL PEOR DÍA DE MI VIDA, y como sabía que me lo ibas a
preguntar, he hecho una lista. ¡Mamá! 16 cosas horribles que me han
pasado hoy!!!!
Me paro…
respiro… hoy va a ser una de esas tardes laaaaargas de tutoría…
- A ver cariño,
cuéntame de una en una y lo vamos viendo…
- Sí, sí… las
tengo aquí escritas porque sabía que me las ibas a pedir.
Fuimos repasando
cada una de las “atrocidades” que le habían ocurrido en ese día. Algunas sí
eran importantes –claro, a juicio de su madre… porque las 16 eran
importantes para ella- y hubo que hablarlas más detenidamente con ella y con su tutora
en el colegio. Gracias a Dios se pudieron solucionar, pero eran del tipo de
problemas o pequeños conflictos de convivencia entre compañeras. Las niñas a
esa edad, 10 añitos, pueden ser muy crueles entre ellas sin darse cuenta y para
niñas como mi hija, que son muy sensibles, este tipo de
comportamientos pueden hacerles sufrir mucho.
Las otras 14
cuestiones eran cosas corrientes que pasan todos los días, sin excesiva importancia
pero ella las había magnificado todas. Todo se lo había tomado como algo
personal. Lo que suele ser algo muy habitual…
Por ejemplo, lo
de que apenas le dejaban colaborar en el laboratorio. Es una niña que se aburre
soberanamente en el colegio.
Sí, SE ABURRE,
· aunque no lo diga,
· aunque participe,
· aunque se ría,
· aunque disfrute de sus amigas,
· aunque los demás “no lo vean”…
ella se aburre.
El aliciente de
esa semana era la clase de laboratorio que le encanta. Allí puede experimentar
y “jugar” con el aprendizaje por lo que esa era su clase deseada desde hacía
varios días. Si en un experimento ella no había podido participar todo lo que estaba
como loca deseando poder hacer, pues se sentía mal. En verdad se
sentía mal por la situación, pero ella lo derivaba a las compañeras:
no me dejan participar, no les interesa lo que yo haga, no me tienen en cuenta,
no me quieren…
La que más me
dolió fue la última:
“Me dicen que no soy especial”
¿Qué pueden
estar pensando unas niñas sobre otra compañera para llegar a decirle eso? Quizá ven a mi
hija “diferente” y les molesta. O ella hace cosas que no les gustan, o hace
comentarios en clase… Recuerdo en 2º de primaria que me dijo con todo su pesar:
“Mamá,
me llaman sabelotodo!”
Ella sabe que es
especial. En verdad cada uno lo somos y todo niño debería sentirse así. Pero
ese “especial” al que ella se refiere tiene que ver con “no ser como las demás”
no gustarle las mismas cosas, las conversaciones, los juegos, los intereses… Pero ese es el
concepto que tiene de sí misma, “SU” definición. Y cuando las
demás le dicen “No eres especial” le están desmontando toda su realidad. Esta es
una de las cuestiones que tratamos con la maravillosa tutora que tiene este curso. Ella lo habló con las compañeras y reconocieron lo desacertado de los comentarios que habían hecho.
Eran tonterías y malentendidos de niñas, pero para ella se trataba de algo muy
duro y fundamental. Le provocaba un sufrimiento que ninguna de las de su
alrededor estaba percibiendo.
Una vez hablado
todo, largo y tendido, se encontró mucho mejor, su día ya no era el peor de su
vida, pero aún no era todo lo bueno que debiera… Para buscar
soluciones hicimos un ejercicio que habíamos aprendido en orientación.
Se trata de hacer una lista de cosas buenas, el mismo número o más que las cosas
negativas que le están molestando. Bueno... en este caso le salieron 11 solamente pero... como ella dice, "la visita de los abuelos cuenta doble!" y es que estaba haciendo la lista cuando llegaron ellos de sorpresa y los abuelos, siempre, siempre solucionan todos los males, ¿a qué sí?
Aconsejo hacerlo puesto que, además de
recapacitar y buscar el lado positivo de la vida, también les ayuda a
relativizar lo malo. Al contrastarlo con cosas buenas o emociones positivas que
han sentido, la balanza como que se equilibra. Lo cierto es que una vez hecha
la “lista buena” ella consiguió olvidar la mala y el
equilibrio le dio paz.
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